La doctora Judith Carroll, profesora asistente en psiquiatría de la Universidad de California, Los Ángeles, llevó a cabo un experimento para determinar cuáles son los reales efectos de la privación de sueño persistente.
Para esto, reclutó a 29 personas de edades entre los 61 hasta los 86 años y les planteó el desafío de que pasaran cuatro noches durmiendo muy pocas horas. Se les tomó muestras de sangre cada mañana para así comprobar científicamente cómo la falta de sueño podía afectar su salud.
Los resultados revelaron que con solo una noche de mal sueño, la salud de las personas de edad avanzada se puede deteriorar significativamente. Al dormir poco, se activan patrones genéticos en la sangre que aumentan la acumulación de daño en el ciclo de vida de las células. Envejeciéndolas más rápidamente.
Este patrón hace que el daño sea acumulativo, por lo tanto, las personas más jóvenes también deben dormir lo suficiente para evitar que se desarrollen problemas más graves en el futuro.
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